sábado, 31 de octubre de 2009

En Tamazunchale, el Día de Muertos se transforma en la fiesta del maíz




En Tamazunchale, el Día de Muertos se transforma en la fiesta del maíz


■ Dos días antes y dos días después de la fecha se realiza en la milpa el ritual denominado tlamanes
■ Es una forma de demostrar cómo agradecemos lo que la tierra nos da, dice un habitante de Chilocuil

Tamazunchale, SLP, 1º de noviembre. Cada año, en la huasteca potosina, con la llegada de Xantolo (fiesta de los muertos) se marca el fin del ciclo agrícola en las diferentes comunidades de esta zona. Días antes o después de esta fecha se efectúa el ritual del maíz o tlamanes, manifestación comunitaria y popular profunda y antigua.
El 31 de octubre los habitantes de la comunidad de Chilocuil representaron una parte de la ceremonia que, en la milpa, dura alrededor de dos días, pero que en la cabecera municipal realizan en aproximadamente hora y media para que los habitantes de la zona urbana conozcan “la costumbre” indígena nahua.
“Hacemos la fiesta para agradecer que ya tenemos maíz, que tenemos para comer de la milpa”, comentó Epifanio Robles González, al término del ritual, realizado frente al palacio municipal, junto a un local donde se desarrolla un concurso de ofrendas; a un lado se instala un tianguis de flores de cempasúchil. Las actividades son organizadas por la Casa de Cultura local, dirigida por Pedro Acosta.
Robles es el anfitrión y dueño de la milpa donde originalmente se llevó a cabo el tlamanes, y resume que para la fiesta, en su comunidad, se invita a varios compadres para que le ayuden a realizar la primera pizca de maíz. Para esto, las mujeres preparan desde un día antes un par de patlaches, unos tamales grandes elaborados con un gallo y una gallina enteros, animales que fueron sacrificados de forma ceremonial.
Ya en el sitio donde se realiza la primera cosecha se ofrenda aguardiente, se truenan cohetes y se entierran, entre otras cosas, los corazones de las aves que rellenaron el tamal, ambientados todo el tiempo con música de un trío huasteco que, para la ocasión, es conocido con el nombre de “canarios”.
Con las primeras plantas recolectadas, el padrino y algunos de los invitados hacen el tlamán, un amarre de 14 círculos de mazorcas de donde saldrán las semillas que serán usadas en el próximo periodo de siembra.
De regreso, en el interior de la casa, las mujeres hacen una muñeca de maíz que representa a la virgen; la visten y le ponen collares, mientras los hombres en el patio hacen la elocruz (cruz de mazorcas), para que un par de niños realicen las primeras danzas, que duran toda la noche. Las representaciones de la cruz y la virgen son colocados o sentados en el tlamanes, que es colocado en el centro de la habitación como altar principal.
En la plaza, los habitantes de Tamazunchale observan la representación de los momentos del fin del ciclo agrícola; los habitantes de Chilocuil comparten en medio de la calle el patlache ceremonial. “Venimos a mostrarles cómo agradecemos lo que la tierra nos da”, concluye Epifanio, en medio de una lluvia pertinaz.


Xantolo
Desde el 31 de octubre, los habitantes de la huasteca tienen la creencia de que Toteco, nombre nahua de dios, abre las puertas del inframundo para que las almas de los muertos regresen a convivir con sus familias.
Los preparativos comienzan desde tiempo atrás, con las primeras ofrendas a San Miguel, el 29 de septiembre, y una semana antes del Día de Muertos, con la “bajada” de máscaras, para que las comparsas realicen la danza de los huehues.
En Chapulhuacanito, comunidad cercana a la cabecera municipal, se realiza el camanale, una plática en nahua donde se habla de la tradición en señal de relación de amistad del pueblo, donde la fiesta empieza la víspera del Xantolo, que es cuando los viejos piden permiso a las almas de sus difuntos para que la fiesta se lleve a buen término; se convive y se comparten los alimentos.
Ya para el 31 de octubre, en las casas de las diferentes comunidades se construyen los altares, que se llaman arcos, donde se colocan tamales, pan, atole, café y “un traguito” de aguardiente; se les ha dispuesto a las almas un camino de flor de cempasúchil, desde las veredas hasta las entradas de los hogares. El 1º y 2 de noviembre cualquier visitante es bienvenido, pues se considera que es el pariente difunto que ha regresado y se le invita con los alimentos de la ofrenda.
Durante los tres días se celebran danzas de huehues o coles, que dependiendo de la zona se ejecutan con máscaras de plástico o madera; el primer día se enfatiza en los que fallecieron de forma no natural, como accidentes; el segundo, en los infantes muertos, y el tercero en los adultos.
La fiesta concluye en algunas zonas con una danza, donde se baila encima de los arcos. Las máscaras son guardadas en un tapanco, de donde volverán a sacarse el próximo año.

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